Telling Arlington's Story |
We decided to leave the suburbs
hiding our fear of a new adventure,
a journey to search for a new urban home,
a place to rest our bones . . . and work and dream,
a place to keep on living.
We came to Shirlington Village, not quite a village, for it is more like a city,
we came to care for our elders, but ?.I had to care for myself!
Sitting at the little plaza of Shirlington,
I feel the soft rain caressing my face
people come and go . . . suddenly they seem in a hurry
just like ants looking for hiding places
because the soft rain is now becoming a blustering storm!
Empty spaces . . . empty streets.
When the noisy storm passes,
the ardor of life returns,
in the evenings of jazz,
the music caresses the air
and the urban dance starts.
The small wooden bridge shines with the workers? sweat,
workers, residents and tourists, walk down the avenue,
cyclists and runners, who barely seem to touch the pavement,
have to slow down for friendly dogs, discerning older couples and nannies with babies.
They all seem to dance around each other leaving their scents in the air.
Magic dance of life in the street,
each seeking their own dreams,
knowledge, pleasure and peace
and a small space to cradle the spirit.
Oh Arlington sensual cultural garden!
where sadness mixes with hope,
small oasis of struggle and pleasure
where I have met many inspiring souls
like the young man at the library
with the soothing masculine voice,
the one who guides poetic spirits . . .
It is perhaps my sensitive soul
that has found a place TO LIVE,
many come and go . . .
but I?d like to stay
If just to dream and love again!
Quisimos despedirnos de los suburbiosThe next meeting of the Poetry Workshop is next Monday, Oct. 24, 7:00 p.m. at the Shirlington Branch Library, and all are welcome.
y escondiendo nuestros temores
cual sigilosa aventura
fuimos en busca de belleza urbana
de un lugar nuevo ... donde apoyar nuestras cabezas
donde trabajar y soñar
y seguir viviendo.
Llegamos a la villa de Shirlington
como la llaman aquí?más ciudad que villa,
yo llegué para cuidar de los frágiles míos
pero fue que también, tuve que cuidar de mi misma.
Voy llegando a la placita de Shirlington,
y siento la lluvia como una caricia.
El sol se va ocultando con la amenaza de tormenta.
Muy pronto, muchos buscarán refugio en la biblioteca
pues veo la gente apresurada, que va y viene
casi como cuando las hormigas
corren a sus escondites para no ser destruidas.
Tan pronto como la tormenta pasa
el ardiente fervor de la calle retorna
y en las tardes de jazz
cuando la música acaricia al aire
el puente de madera se ilumina con sudor,
el sudor de los trabajadores que van al descanso.
Se siente vida . . .
Los turistas caminan lentamente, observando los escaparates,
corredores y ciclistas vuelan, apenas tocando el pavimento,
niños y perros juegan alrededor de sus familias o cuidadores,
el círculo de vida gira alrededor de la biblioteca.
Todos llegamos a esta placita,
tal vez buscando algo diferente,
ya sea conocimiento, placer o paz.
Todos tratamos de encontrar la esquinita perfecta
para acunar el alma
¡Oh Arlington jardín cultural!
donde las tristezas se juntan con las alegrías
Pequeño oasis de sudor y placer
donde he conocido seres que inspiran,
como el joven poeta,
quien con su voz suave pero masculina,
guía nuestros espíritus poéticos.
Pues es tal vez mi alma susceptible,
qué quisiera aquí plantar raíces,
Muchos solo vienen de paso?llegan y se van,
yo quisiera quedarme aquí,
¡Pues aun tengo ansias de soñar, trabajar y amar!
¡Y tal vez . . . otra vez VIVIR!